martes, 12 de febrero de 2013

Pastillitas*


Cuando vale la pena todo riesgo
Amar es arriesgar, pero siempre hacia lo bueno. El que da, imita a Dios en su vida más profunda.

  
Cuando vale la pena todo riesgo
Arriesgarse es parte de la misma vida. 
Todo lo que hacemos va acompañado de algún peligro, desgaste y cansancio, aunque sea o parezca muy pequeño.
Es verdad que no muere de accidente quien decide vivir encerrado y seguro en su casa, sin moverse. Pero sufre un desgaste distinto, tal vez inconsciente, en sus células, en su corazón, en su mente. Su inactividad no es riqueza, sino empobrecimiento. Su egoísmo no conserva nada. El tiempo pasa y no perdona. El desgaste es la ley de la existencia.

No amar es perder siempre, aunque imaginemos que “conservamos” nuestro tiempo o nuestras cualidades, que “somos más” porque vivimos con un egoísmo vacío que no nos lleva a nada bueno, porque no nos lanza a amar hasta dar la vida por el amado.
La vida es un continuo juego de sorpresas. Algunos buscan no perder ese “poco” que creen sujetar entre sus manos. De ese modo cierran mil posibilidades de opción, de entrega, de esperanza. Sólo cuando rompamos nuestro egoísmo, cuando empecemos a dar eso que somos, comenzaremos a escribir páginas de amor que duran siempre.

Amar es arriesgar, pero siempre hacia lo bueno. El que da, entra en el mundo de lo hermoso y grande, imita a Dios en su vida más profunda. Descubre entonces que vale la pena dejar de lado el placer de una tarde de descanso para ir a visitar a aquel amigo enfermo, perder la fama para defender al amigo despedido injustamente, luchar día a día para proteger la unidad del matrimonio y la familia.

Sólo queda lo que amamos. Se puede vivir 80 años sin sentido. Se puede morir con 30 años, después de una vida breve, intensa, llena de amor y de grandeza. Lo que importa es no dejarse llevar por la corriente, sino sembrar entregas que duran lo que dura el amor: eternamente.

“Arriesgarse es bello si la esperanza es grande”, decían los griegos. La muerte no es derrota destructiva. Para el que ama, es el paso seguro, sereno, hacia el lugar donde el amor asume el riesgo, donde el darse nos llena de consuelos, donde vivir es ser acogidos por ese Dios que ama y pide amor sin cálculo ni cobardía. Entonces, sí, vale la pena todo riesgo...

Fuente: Catholic.net

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